Delirio


En psiquiatría y psicología, delirio (del latín de-lirare, «salir del surco al labrar la tierra») es un síntoma propio de las psicosis. No debe confundirse con delírium o síndrome confusional agudo, pues son entidades diferentes.
En psicopatología, se define delirio como una creencia que se vive con una profunda convicción a pesar de que la evidencia demuestra lo contrario. No debe confundirse con confabulación, dogma, ilusión, alucinación y otros efectos de percepción alterada.
El concepto de delirio suele usarse dentro del contexto neurológico o psiquiátrico. El delirio por sí mismo no se considera un trastorno mental, ya que diferentes trastornos mentales comparten la característica común de la presencia de delirios. Algunos de los trastornos mentales que cursan con delirios son los enmarcados dentro del ámbito psicótico: esquizofrenia, manía, trastorno bipolar o depresión con síntomas psicóticos

Consideraciones terminológicas

La palabra ha evolucionado hasta significar la creencia de que «se sale» de la norma establecida por el grupo social. En el lenguaje cotidiano, describe una creencia que es falsa, extravagante o derivada de un engaño. En psiquiatría, implica que la creencia es patológica (el resultado de una enfermedad o proceso de una enfermedad). Como patología, es distinta de una creencia basada en información falsa o incompleta o de ciertos efectos de la percepción que se denominan, con más precisión, apercepción o ilusión.
Los delirios suceden normalmente en un contexto neurológico, aunque no están vinculados a ninguna enfermedad en particular y se ha encontrado que ocurren en el contexto de muchos estados patológicos (físicos y mentales). Sin embargo, tienen importancia particular en el diagnóstico de las psicosis y, particularmente, en la esquizofrenia, la manía y los episodios del trastorno bipolar. También pertenece a la nosología psiquiátrica en forma de un síndrome delirante, definitorio junto a los síndromes alucinatorios y disociativo-autistas de todas las psicosis.
El delirio o idea delirante debe cumplir varios requisitos:
  • ser firmemente sostenida pero con fundamentos lógicos inadecuados;
  • ser incorregible con la experiencia o con la demostración de su imposibilidad;
  • ser inadecuada para el contexto (por ejemplo, cultural) del sujeto que la sostiene.
Estos requisitos son necesarios porque hay muchas ideas que pueden ser sostenidas con firmeza y convicción más o menos incorregibles por diversas personas (por ejemplo, ideas religiosas o políticas) y, sin embargo, no constituir delirios: se requiere que el proceso por el que se llega a la convicción sea inadecuado.
Por ejemplo, un sujeto puede afirmar que es portador de una verdad que debe propagar por el mundo, dado que escuchó su nombre en la televisión. El delirio no se diagnostica por la convicción de «ser portador de una verdad que revelar» (muchas personas podrían decir algo parecido), sino por la forma extravagante por la que llega a esa convicción (haber escuchado su nombre por la televisión).
Generalmente, ante la argumentación de que eso no tiene lógica, el sujeto persiste en su convicción. Dado que no es una convicción habitual, habría que verificar si acaso pertenece a algún grupo religioso que sostenga convicciones similares; sin embargo, incluso en este caso, los propios miembros de su grupo podrían haber detectado una alteración de la lógica del pensamiento que considerarían extraña. En ese caso, la idea se considera delirante.

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