Síndrome del intestino irritable

Síndrome del intestino irritable
El síndrome del intestino irritable (SII), antiguamente llamado colon espástico, colon nervioso o colon irritable, es un grupo de síntomas digestivos, que incluyen dolor o molestias abdominales, acompañados de una modificación en la frecuencia o en la consistencia de las deposiciones, sin ninguna señal visible de daño o enfermedad en el tracto digestivo.​ Estos síntomas ocurren durante mucho tiempo, a menudo años, y puede haber períodos de agudización o mejoría.​ Es un trastorno digestivo funcional. Se ha clasificado en cuatro tipos principales dependiendo de si el síntomas más común es la diarrea (SII-D), el estreñimiento (SII-E), ambos son frecuentes (SII-M), o ninguno de los dos ocurre muy a menudo (SII-NC). Las terminologías que se han acuñado en el pasado para referirse a este síndrome y que aluden al colon están obsoletas y actualmente desaconsejadas, puesto que el trastorno no se limita a este tramo del tubo digestivo.

Es una afectación muy frecuente, especialmente en personas jóvenes, constituyendo en la práctica clínica habitual uno de los principales motivos de consulta tanto en la atención primaria de salud como al especialista de gastroenterología.

Actualmente se sabe que el SII no es un trastorno psiquiátrico ni psicológico. Sin embargo, durante años solo se ha considerado como enfermo aquel paciente en el que se podía demostrar una causa orgánica de sus molestias, mientras que en el resto se aceptaba que presentaban "trastorno de somatización" o "hipocondría", y estas erróneas creencias continúan estando generalizadas en la actualidad. Los trastornos funcionales producen un gran deterioro de la calidad de vida e incomprensión, incluso superiores a los relacionados con dolencias orgánicas. Se ha demostrado que tanto el estrés como los problemas psicológicos o psiquiátricos provocan malos hábitos alimenticios y esta mala nutrición causa diversos trastornos de salud, incluyendo problemas gastrointestinales, y empeora la salud mental, en una especie de círculo vicioso.​

Antes de instaurar un tratamiento, el paciente debe ser evaluado para excluir otros diagnósticos con síntomas similares a los del SII.​ No obstante, a los médicos se les recomienda que minimicen el uso de pruebas médicas:​ habitualmente diagnostican un SII empleando los criterios de Roma, que permiten dar el diagnóstico simplemente basándose en los síntomas digestivos sin la realización de ninguna prueba ni exploración complementaria, por lo que suponen un abaratamiento de los costes, pero no tienen suficiente precisión.​ Asimismo, cuando se realizan pruebas complementarias, los criterios propuestos para su elección dependen de los recursos disponibles.​ Normalmente, los médicos interrogan minuciosamente al paciente para descartar síntomas de alarma que indiquen un posible cáncer digestivo, pero se olvidan de buscar los síntomas o signos no digestivos que son claves fundamentales para poder sospechar enfermedades orgánicas que pueden afectar a múltiples órganos, entre las cuales una de las más frecuentes es la enfermedad celíaca.​ En más del 20 % de los casos transcurren diez años antes de que el médico sospeche su presencia y realice todas las pruebas necesarias para su diagnóstico.

La complejidad y diversidad de la presentación del SII hacen que el tratamiento sea variado​ y depende de los síntomas y de su gravedad.​ Entre las medidas dietéticas, se aconseja una dieta sin gluten, que es eficaz aproximadamente en la mitad de los pacientes, y baja en FODMAP (hidratos de carbono fermentables). La dieta sin gluten es una dieta segura y equilibrada, que no provoca ningún efecto secundario negativo.​ Por el contrario, el seguimiento de una dieta baja en FODMAP, si bien ayuda a controlar los síntomas digestivos a corto plazo, a largo plazo puede acarrear efectos negativos,​ alterando desfavorablemente la flora intestinal​ y la correcta ingesta de nutrientes. Aunque los FODMAP pueden provocar ciertas molestias digestivas, como hinchazón abdominal, en realidad no solo no causan inflamación intestinal, sino que la evitan y ejercen propiedades anticancerígenas. Para manejar el estreñimiento, se recomienda aumentar el consumo de fibra, que puede incluir la toma de suplementos de psyllium.​ Fármacos como la loperamida y la colestiramina pueden ser útiles en el SII con predominio de diarrea, y laxantes tipo polietilenglicol y la linaclotida en el SII con predominio de estreñimiento. Para el dolor, que suele ser difícil de controlar, se pueden emplear espasmolíticos del músculo liso.

Muchas personas pasan años diagnosticadas por error como SII o no son nunca correctamente diagnosticadas ni tratadas, cuando en realidad padecen enfermedad celíaca o sensibilidad al gluten no celíaca (pruebas negativas de enfermedad celíaca, pero mejoría al eliminar el gluten).​ Es difícil relacionar con el consumo de gluten la aparición de los diversos y variados síntomas digestivos y no digestivos, principalmente debido a que normalmente estamos comiendo gluten inadvertidamente en cualquiera de las comidas diarias aparentemente libres de gluten, bien como aditivo o bien por contaminaciones cruzadas,​ y las reacciones pueden ser retardadas, horas, días o incluso semanas.​ Especialmente en el caso de los síntomas de SII debidos a la sensibilidad al gluten no celíaca, los pacientes permanecen en una "tierra de nadie", sin ser reconocidos ni por los especialistas en trastornos funcionales ni por los especialistas en enfermedad celíaca.

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